Es su alma la que llora
por su constante ausencia,
por la indiferencia de sus palabras
robándole perlas, una a una sus lágrimas;
La busca entre los pliegos de su soledad
queriendo lo escuche, pero ella no está
ni puede presentir como le duele
allí en su corazón penado a muerte.
Decía el bohemio...
Cuantas veces en la soledad de la noche
me cubren las sombras como si fueran
un perpetuo manto,
otras veces camino acompañado
por la luna, lejana, redonda,
envuelta en sus misterios ancestrales
de viejos y gastados calendarios.
Y mientras la noche se cuela en los árboles,
afuera en las calles mueren en silencio
lejanas notas de acordeones,
ahogadas en garganta del pobre bohemio.